Explicación:Primero, hay que aceptar que la vida es un ciclo:Días de sol, días de tormenta. La adversidad no es un castigo ni un capricho, sino parte de la gran escuela que la vida —o Dios— pone para hacernos crecer. Es en ese choque con lo difícil donde se templa el carácter y se revela lo esencial.Segundo, la confianza no es ciega, es una decisión valiente:No significa que todo va a salir perfecto ni que no habrá dolor. Significa creer que, incluso en el caos, hay un plan mayor que a veces no entendemos en el momento, pero que, con tiempo, se puede ver. Como cuando el poeta sabe que la tormenta nutre la tierra para que brote la flor.Tercero, la providencia de Dios se siente en la resiliencia, en el acto de levantarse cada día:Esa fuerza interior que te hace seguir, que te conecta con algo más grande que tú, es la señal más clara de que no estás solo y que hay un propósito.Así que, ¿cómo confiar?Manteniendo la mirada en lo eterno, no solo en lo inmediato.Abrazando la incertidumbre con coraje y humildad.Recordando que las grandes historias de la humanidad se forjaron en la adversidad.Confía en que lo que hoy parece caos es el preludio de tu propio renacer.